THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

viernes, 8 de abril de 2016

Quisiera yo estar alegre hoy



Y en esta hora fría, en que la tierra
 
trasciende a polvo humano y es tan triste,

quisiera yo tocar todas las puertas,

y suplicar a no sé quién, perdón,

y hacerle pedacitos de pan fresco

aquí, en el horno de mi corazón...!
César Vallejo

El domingo quise estar yo alegre. Quise recuperar parte de la inocencia, de la ingenuidad que me ha acompañado tantos años en la vida. Hasta hace tan poco. Quise recuperar los días en que con mi amigo Luís y mi amiga Gloria, nos encontrábamos los domingos en el Xócala de la Plaça de l'Ajuntament. Quise recuperar el Xócola, como siempre lo llamé hasta que en noviembre pasado, tomando una cerveza y pasando notas de un ensayo de El camí del colibrí, me di cuenta de que toda la vida había leído mal. Quise volver a mi costumbre de comprar El País el domingo y leer con fruición y esperanza los artículos y articulistas a los que durante tantos años seguí.
De pronto, en uno de mis dos grupos de guats de amig@s de la facultad con l@s que todavía mantengo relación, la triste noticia de que Carles Flavià había muerto. Lo primero que pensé fue, un golpe de mala suerte, un ictus o un colapso. Llamé inmediatamente a Toni Coll pero no lo encontré. Luego me diría que estaba enfermo hace tiempo, no lo sabía.
Seguí intentando concentrarme en la lectura de El Dominical cuya portada ocupaban Pedro Almodóvar y las actrices protagonistas de Julieta, su última peli, como si de un guiño especial se tratara. Almodóvar es mi adolescencia, mi juventud. Me puse a mirar a través de la ventana.
En cascada comenzaron a descender miles de momentos en Fila 7. El primer día que llega mi jefe entusiasmado y me anuncia que Carles Flavià tiene unos textos magníficos y va a estrenar en la Bodega Bohemia. ¿Aquel tipo de las lentes caídas que hablaba como si estuviera permanentemente borracho y que nos atendía en aquel zulo de despacho de la Sala Nitsa con caja fuerte y antes de soltar la pasta de la taquilla de nuestros espectáculos nos daba una perorata imposible de seguir? ¡Dios, pero qué razón tenía el Coll! ¡Era, es jodidamente bueno! Bueno de lo irreverente, de lo atrevido, de lo provocador, de lo genuinamente abofeteador, de lo inteligente, de lo sarcástico hasta levantar ampollas. Ese tipo de comediantes capaces de hacerte reír mientras te hielan la sangre. Claro, cuando le dices adiós a el Señor después de haber creído de verdad, tu coraje te permite aspirar al Paraíso en la tierra. La nueva fe adquirida, te permite vivir de acuerdo a quien eres.
Ahí empezó una intensa relación profesional en la que le hacía la agenda de medios, le buscaba entrevistas, colaboraciones, hacía los textos de sus notas de prensa, de sus dossiers, de sus postales, fotos para sus espectáculos, montaba algunos programas de mano... Carles Flavià siempre decía sí a todo lo que le proponía.
    - Carles, pots anar a Ràdio Gràcia demà a les 17 h?
Picamos mucha piedra. A veces, iba a programas en los que había fallado el invitado oficial. Siempre fue humilde. Se lo decía y él aceptaba, sabía que hay que trabajar mucho los medios para que la gente vaya al teatro, para que de una cosa salga otra. Era más profesional que muchos profesionales. Jamás me dejó tirada en ninguna entrevista. Se presentaba a todas a las que se comprometía. Lo promocionaba con la pasión de la que sabe que allí hay un humorista grande. Siempre me recordó a Lenny Bruce, el de la peli, claro, al otro no lo vi nunca. Los títeres se quedaban sin cabeza a su paso. Tantas imágenes, tantas conversaciones, tantas impresiones, tantas funciones, tantos textos, tantas palabras que dan para un libro, pero ese no me corresponde.
Lo invité a mi fiesta de cumpleaños de los 30. Pensé que no vendría. Vino. Allá apareció entrada la noche y la fiesta. ¡Con un regalo! Genio, figura y mensaje. Me regaló dos camisetas de Kukuxumusu. Una marca que se llevaba mucho en aquella época. Una con la palabra Catalunya en letras de colores, en beis, con la que todavía juego al basquet y voy a algunos ensayos, ya costumizada en sus agujeros por la aguja de mi madre. La otra de los toros, con letras también en colores pero blanca. Curioso, la de los toros la perdí, desapareció. Pronto además. ¿Querrá eso decir algo?
También lo acompañé a actuaciones, conduje su coche. A Valencia, a Lisboa. ¡Lisboa con Flavià! Durante mucho tiempo estuve persiguiendo la entrevista de La Cosa Nostra, con Andreu Buenafuente. Se la merecía. Meses y meses. Me consta que Buenafuente no decía ni que sí ni que no, siempre aplazaba la decisión. Por eso insistíamos, a la coordinadora que tenía por aquel entonces también le gustaba Flavià. Carles, me prometió una mariscada si al final lo lográbamos. Me invitó en Lisboa. Nunca le dije que el marisco no me gusta, me sabía mal, soy una gallega rara, no me gusta el marisco, no me gusta el pulpo. Incluso reñimos en Lisboa. Le hacía preguntas sobre el amor que le incomodaban.
Una vez me hizo llorar. Me echó una bronca monumental por teléfono. Tu no ets la meva mare, ni la meva dona, ni la meva nòvia... Seguramente tenía razón, pero a mí me dolió mucho. Para mí, Flavià era el artista que yo llevaba, era mi artista. Le dije que nunca mais me iba a hacer llorar, conteniendo lágrimas y enfado.
    - Que no ets la Mare Teresa de Calcuta!
Al día siguiente, le escribí con lo que había pendiente. Firmé Laura Freijo, aspirante al Premio Nobel de La Paz. Vino a la oficina y se mostró tímido, amable. Como en realidad era. Un gran tímido, una persona de un corazón enorme animado por un genio de mil demonios. Un tipo que la primera vez que se presentó en la Fira de Tàrrega interrumpió la función para llamar a la Luci, su mujer, en directo, para saludarla. Li feia il·lusió, ho sé, i molta.
Años más tarde, en el programa de Jordi Estadella nos falló el invitado estrella aquella misma mañana. Le propuse a Carles Flavià. A Jordi le encantó la propuesta. Llamé a Carles contenta, recordando otros días. Me hizo el favor. Hicieron un entrevista estupenda. Me dio una alegría enorme, no solo porque me salvó la producción, sino porque volver a verlo fue bonito, después de tanto tiempo.
El lunes en la ceremonia de despedida, de nuevo me hiciste llorar, Carles. Qué cabrón.
¿Sabes? Alguien dijo que habías perdido la fe, pero yo creo que lo que perdiste fue la sotana.
Quisiera yo estar alegre hoy pero pasan tantas cosas que me faltan motivos.
Nos vemos en el Purgatorio.


Santa Coloma de Gnet. 24 de marzo de 2016

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