Fotografía de Óscar Chocano Almanza
A nuestro alrededor hay más cosas de las que podemos imaginar
William Shakespeare
Hacerlo mal, hacerlo bien, hacer por
hacer o mejor deshacer, reza una canción de Miguel Bosé que me gusta
especialmente. El Tao, no obstante, sabiduría milenaria china apunta el no
hacer. Es difícil para un individuo perteneciente a una sociedad moderna como
la nuestra no hacer y sin embargo a veces tan necesario. El no hacer provoca
vacío y, en contra de lo que se piensa, el vacío es necesario, imprescindible,
para volver a llenarse. En mi último montaje le dije a una de las actrices,
mucho mejor, por ahí. Entonces ella, un poco a disgusto, contestó pues no tenía
nada dentro; ¡eso es! ¡vaciarse! ¡eso es! Me hubiera gustado gritarle alegre.
Espero que le llegue desde aquí, porque llenarse de vacío, aunque sea paradoja
es la clave para una profesión como la de intérprete.
Ahora mismo, revise la libreta que
revise, y llevo unas cuantas todavía en activo, todas tienen notas de Refugi a
les Rocoses, incluida mi libreta interior. Notas que poco a poco se van
borrando y que espero pronto dejen paso al vacío del que hablaba hace apenas
unas líneas. Solo así conseguiré tener perspectiva de lo que no acerté a hacer
bien, de lo que sí hice bien y de todo lo que puedo todavía hacer para que mis
creaciones presentes y futuras crezcan de una forma más madura, mejor
compartida, más transformadora.
Una de las cuestiones que creía tener
resueltas cuando inicié toda la andadura de 'Refugi a les Rocoses' es por qué
hago teatro. Ahora, recién acabada su primera exhibición en temporada teatral,
quién sabe si la última, he regresado al origen: ¿por qué hago teatro? Durante
el proceso no me hice ninguna pregunta de 'por qué' puesto que constaté que en
los procesos siempre es necesario tanto en paralelo como 'a posteriori'
detectar el 'cómo', sin embargo no puedo evitar lanzar una panorámica al
horizonte como si de una botella con carta al futuro se tratara y preguntarme
el perquè de tot plegat. Sé que mi camino pasaba por ahí, sin embargo no sé por
qué por ahí y no por otro lugar en este tiempo. Y conste que sigo creyendo en
la incertidumbre como uno de los grandes motores a saber vivir.
Mi amiga Eva Hibernia, maestra en
algunos aspectos de mi vida y compañera y cómplice la mayor parte del tiempo de
tantas aventuras, me advertía el otro día de la tristeza que sobrecoge cuando una obra finaliza su andadura en teatro. Y es curioso, porque cuando se acaba de escribir
una obra lo que suele ocurrir es precisamente lo contrario: te desborda una
gran oleada de alegría. O como mínimo un gran alivio.
Siempre mantuve la esperanza de que en
las Rocoses se acabara manifestando algo oculto importante. Pero no lo vi; o no
supe verlo. O sencillamente nada de eso estaba escrito y solo era una intuición
ambiciosa de lo que se quiere lograr y nunca estuvo a nuestro alcance.
Tal vez se cierra una puerta y se está
abriendo una nueva ventana.
Aun así las Rocoses son como esa
muchacha que has amado tanto aunque nunca sabrás bien bien por qué; algo tuyo
intransferible la amará siempre y una mañana, quién sabe dónde ni cuándo, una
sombra, una frase, un leve roce o quizás un murmullo de agua traerá en forma
todavía hoy indefinible la razón por la cual eso fue así y así tenía que ser.
O quizás
nunca sepas nada porque así fue y así tenía que ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario